HISTORIA DEL TRAJE DE FLAMENCA
MARICRUZ Y LA HISTORIA DEL TRAJE DE FLAMENCA
Maricruz o Cruz es el nombre de mi madre, así que bautizar a la colección de cuadros de flamencas en piel ha sido fácil, al ser el título de una célebre copla.
Una de las cosas que me ha enseñado esta “maravilla de mujer” es que hay que saber aprovechar las cosas. Usar y tirar no es la primera opción. De modo que, como he tenido que documentarme para hacer estos cuadros de bailaoras, he decidido no desechar esa información y “reutilizarla” en esta entrada. Porque, aunque todos conocemos con detalle las formas y complementos que acompañan a este tipo de vestidos, no sabríamos responder a preguntas como cuál fue su origen, en qué ciudad se vieron por primera vez tantos volantes, cintas de flecos y adornos florales.
1. ¿Orgullosos de lo flamenco? Reflexionemos un momento.
Antes de centrarme en el origen del traje de flamenca andaluz, me gustaría hacer una reflexión sobre lo que significa y ha significado para el resto del país, ya que, pese a ser tan valorado en este momento, no ha tenido siempre el mismo prestigio.
Se convirtió en un icono de Andalucía y de España, un símbolo que nos identificaba en el extranjero. Sin embargo, al margen de la repercusión del turismo del flamenco, del espectáculo, de la feria, y de toda la industria que lo rodea, no gustó a todos los españoles que en el extranjero se nos identificase con el traje de flamenca. Y términos como “folclórica” adquirieron, para algunos, un tono peyorativo.
Obviamente España es mucho más que eso, es un conjunto de regiones, cada una con su propia historia, algunas con propio idioma, tradiciones, folclore, riqueza cultural, vestimenta… Y es lógico que a todos nos guste vernos valorados y representados. No obstante, lo que molestaba no era que su región no tuviese esa importancia exterior, sino que desde fuera pensasen que todos los españoles nos vestimos de toreros y de flamencas. Como algo vergonzoso.
¿Qué hay de vergonzoso en que se nos asocie a la indumentaria flamenca? ¿Y de deshonroso? Es ofensivo el tópico que insulta, el que dice que unos son vagos, otros analfabetos, otros tontos y otros arrogantes por el hecho de pertenecer a una región. En mi opinión, que se nos asocie a un símbolo no tiene nada de feo. Y si alguien cree que -en su región también hay patrimonio cultural importante, digno de ser reconocido, en vez de quejarse, debería intentar promocionarlo.
Andalucía es el resultado de cruce de pueblos, conquistas, reconquistas, invasiones, tradiciones, arquitectura, arte, música. Como gallega, me encanta que se conozca y valore el paisaje, cultura y artesanía de mi región, pero no me siento “atacada” en absoluto si algún extranjero me dice que la ciudad que más le gusta de nuestro país es Sevilla. Me siento más bien orgullosa de la riqueza cultural española. Tendrán tiempo, si es lo único que saben de nosotros, de descubrir que hay más cosas que ver, hacer, disfrutar y valorar.
A muchos les avergüenza el tópico. Les parece vulgar que se nos asocie al chorizo, la tortilla o la paella. Para mí lo más dramático es que en unas partes tiremos comida, y que muchos otros mueran a causa del hambre. No es ni un problema, ni siquiera algo importante o relevante, que de España algunos sólo conozcan la tortilla de patatas o la paella, de hecho son dos platos exquisitos de los sentirse orgullosos.
¿Y qué hay de malo en el tópico?
Venecia es más que gondoleros, somos plenamente conscientes, pero es la imagen que nos viene a la cabeza, y en México no sólo hay bigotes y mariachis. A los franceses no les molesta que se les asocie a María Antonieta, aunque le hayan cortado la cabeza en su momento y son mucho más que París y croissants o macarons. En Hawai no van a la oficina con collar de flores y falda de paja, y dudo que se ofendan si asociamos su imagen externa a su danza sensual o al surf, y así un largo etcétera. En Portugal no están constantemente tristes, aunque su música más internacional sea el fado…
La diferencia radica en si estamos orgullosos del tópico, como parte de un todo, o si nos avergüenza. Y ese rubor proviene de la inseguridad, de una baja autoestima colectiva -“que no piensen los de fuera que somos poca cosa, que sólo comemos paella y vestimos de flamencas”-. Ya me gustaría a mí calzarme un traje de flamenca para salir a pasear por las calles de mi Pontevedra: un Ana Morón, el lunes, un vestido de Guadalupe Moda Flamenca el martes, Cristina García el miércoles, Pedro Béjar el jueves, y así hasta el infinito. De hecho, tengo mis zapatitos rojos de lunares blancos, para poner con los vaqueros.
2. Ahora sí: busquemos el origen.
No se ha encontrado una fecha exacta para datar el origen del vestido de flamenca, y buscando documentación, podemos encontrarnos con teorías muy dispares, desde épocas prerromanas, que es una adaptación urbana del traje de gitana, que proviene del cruce cultural…
Lo que ha servido para poner fechas aproximadas son los grabados, cuadros y escritos que se disponen de la primera mitad del siglo XIX, en los que se hace referencia al atuendo típico andaluz, siguiendo la moda de colecciones sobre atuendos regionales o nacionales. Para Andalucía se recogen 3 tipos diferentes de traje femenino: el de Labradora, Maja y Petimetra. El traje de labradora, rural, se parece al de otras regiones españolas, sin anticiparse en absoluto al que conocemos como traje de flamenca. Sin embargo, en el vestido de maja, más urbano, si encontramos antecedentes: volantes de encaje sobre la falda de seda de diferente color, el talle ajustado y la mantilla. Mantilla y mantón -de China, aunque conocido como mantón de Manila, al ser importado desde allí- se hicieron populares durante la segunda mitad de este siglo. Y, por supuesto, el adorno floral, en la cabeza, ya fuese con o sin peineta, o en el escote.
El traje ha sido y es un modo más de comunicarnos, de mostrar nuestra pertenencia a un grupo, nuestra clase social, de rebelión o de clamor por derechos. Durante la segunda mitad del siglo XVIII en Sevilla, las clases sociales no pertenecientes a la aristocracia ni burguesía, o sea, las más humildes, buscaron marcar la diferencia. En vez de imitar el traje de las clases altas, como era habitual, los majos y majas fueron los que convirtieron su atuendo en moda. La bata con volantes de las gitanas y campesinas influyó en las clases más acomodadas. El deseo de diferenciación frente a la moda extranjera, la “gitanofilia” que se desató entre la juventud de las clases altas, que comenzaron a dar valor a los cantes y bailes gitanos llegaron a conformar el todo que es el flamenco.
La importancia de la Feria.
En 1846, dos concejales del ayuntamiento de Sevilla tuvieron la idea de restaurar aquella idea de Alfonso X de crear dos ferias anuales para la ciudad. Una en abril y otra en septiembre. Al final la intención quedó en una feria anual, en abril, y el 5 de marzo de 1847, Doña Isabel II firmó una Real Orden confirmatoria. Se inauguró la feria con casetas en las que se vendía vino, aguardiente. Estuvo vinculada a lo taurino desde su origen.
Las mujeres de las clases populares llevaban trajes vaporosos y mantones de China a los hombros. Las de las clases acomodadas, lucían los diseños de París para las fiestas nocturnas en las casetas. Pero el traje de gitana se fue imponiendo poco a poco. Fotografías de 1915 muestran ya a mujeres yendo a la feria vestidas de flamenca.
Entre 1890 y 1910 se conformó lo que es el atuendo que conocemos actualmente.
El traje muy ceñido al talle, con escote y falda acampanada con volantes, en principio confeccionados con tejidos baratos como el percal, liso, de lunares o estampado. Bajo la falda, enaguas almidonadas con uno o varios volantes para dar volumen -ya no se utilizan-. Pañuelo de cuatro picos de seda bordado, rematado con tira de flecos, mantón de China, complemento de mantilla de encaje sobre una peineta de nácar o carey -aunque el uso de mantilla fue decayendo durante los años treinta.
Reanudación tras la guerra.
Y tras la suspensión de la feria durante la Guerra Civil y su reanudación en 1940, la mantilla se utilizaba para la Semana Santa y corridas de toros. El moño bajo se adornaba con peineta o peinecillos y flores, naturales o artificiales. Collares de cuentas de perlas, coral o artificiales, pendientes pulseras, todo de colores llamativos y zapatos con trabillas, para facilitar el baile, terminaban el atuendo.
Tras la Feria de 1929, el traje se consagró como atuendo oficial para acudir a ella
A partir de ahí fue evolucionando.
Evolución.
Por ejemplo, en los años 60 del siglo XX, hubo un cierto rechazo del traje por parte de la juventud, pero a finales de la década, fue superado, y siguiendo el auge de la minifalda, el vestido se acortó hasta media pierna y rodilla, además de aparecer los estampados psicodélicos.
Década de los 70: el largo del vestido volvió a los tobillos.
Los 80: se volvió al traje de los años 40, y se recargaron de encajes almidonados y cintas de raso.
En los 90: se hizo más ligero, con menos adornos y aparecieron nuevos escotes.
1995: se creó el Salón Internacional de la Moda Flamenca (SIMOF), en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla (FIBES), donde, tanto diseñadores consagrados como nuevos valores, exponen sus creaciones. En la última edición, 2018, se presentaron 1500 modelos creados por 50 diseñadores.
Además, comenzaron a separarse los trajes utilizados según fueses para romería, feria o bata de cola para el baile profesional.
Tipos de traje.
TRAJE DE ROMERÍA.
Aunque son muchas, la más popular es el Rocío. A la romería en la aldea se acude con la bata rociera, de una pieza, aligerada de volantes, más sencilla que el traje de la Feria de Sevilla. Para el camino es común el uso de batas ligeras o falda y camisa o camiseta, alpargatas, botas camperas u otro tipo de calzado cómodo, y flores silvestres como adorno. La cabeza puede ir cubierta con pañuelos o sombreros.
TRAJE DE FERIA
Además de la Feria de Sevilla, el traje de flamenca se usa en Jerez de la Frontera, El Puerto de Santamaría, Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, Málaga, Córdoba, Huelva… (BUSCAR FERIAS)
Los trajes cambian según modas o diseñadores. Los volantes pueden ser de capa (cortado al bies, cosidos sin fruncir, pegados a la falda) o al hilo (en línea recata y fruncidos, siguiendo el hilo de la tela). La falda base es acampanada y está formada por seis piezas trapezoidales llamadas nejas, alrededor de las cuales se sujetan los volantes, en forma de ondas, de forma asimétrica o concéntricamente.
Como explica Rosa María Martínez Moreno* en su texto El traje de flamenca: una aproximación etnológica -fuente muy importante para la creación del presente artículo-, existe una forma denominada María de la O, porque, aunque ya se utilizaba, se popularizó a partir de la canción interpretada por Estrellita Castro, y que consiste en una serie de volantes cosidos entre sí, siempre con mayor amplitud que el anterior, y que dan a la falda entre 9 y 12 metros de vuelo.
*Rosa María Martínez Moreno, cuya tesis Doctoral se tituló “La Indumentaria Flamenca: Vestimenta, Imagen e Identidad en Andalucía”, es Maestra, licenciada en Geografía e Historia y doctora en Antropología Social y Cultural por la Universidad de Sevilla. Completó sus estudios doctorales sobre Moda e Indumentaria en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.
LA BAILAORA Y LA BATA DE COLA
Sus formas son muy variadas, directamente relacionadas con el tipo de baile que interpretan, dejando movimiento a las piernas y brazos. Desde trajes sobrios y sencillos a vestidos llenos de volantes y cortes, con talles ajustados que destacan la figura de la artista.
La bata de cola tiene un papel protagonista en este tipo de vestidos. Su confección es complicada. Apareció en la segunda mitad del siglo XVIII, confeccionada entonces en un tejido labrado en tonos pastel y con adornos florales. Arrastraba en la parte trasera y se ajustaba al cuerpo con cordones y cintas. El escote era redondeado y las mangas tres cuartos. Abajo, la falda con tablas que daban vuelo preciso para bailar y en los laterales dos aberturas, para esconder bolsillos. Hoy en día los colores no se limitan a los tonos pastel. Es considerada como una prenda que destaca la feminidad, que la hace majestuosa, y el saber bailar con ella es una señal de arte, ya que es complicada. Actualmente, algunas de sus defensoras, como Matilde Coral, intentan concienciar de su uso e importancia, para que no desaparezca. Yo así lo espero. Larga vida al flamenco, larga vida a la bata de cola y a los demás tipos de traje.
María Gondar para el Blog de Cruz Costa Costura.
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